jueves, 16 de octubre de 2008

Espuma

Oculto demasiadas cosas,
demasiadas que debería gritar,
que debiese ocultar por siempre.
De cualquier forma, los gritos se subyugan,
se camuflan entre la espuma,
se atragantan
y con un brazo aliado se destruyen mutuamente,
quedándose en la esencia perdida,
perdiéndose en el simple camino.
En fin,
oculto demasiadas cosas,
demasiadas que me hicieran gritar alguna vez,
que alguna vez me comí
y se ocultaron tras mi lengua,
la lengua de siempre.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Versos Inyectados.

Evocando nuevos destellos

Y reflejos de esta voluntad

Me retiran el viejo cuero

La inspiración tan instantánea

Se retira como un silbido

Yo aspiro una nueva visión

Sin colores ni geometría

Solo tú y una sonrisa alargada

No está permitido

Que me retires de ahí

De la sien y la piel

Como personajes de una novela

Ruedan en nuestras cabezas

Confusas e inconexas

Huellas de la corriente eléctrica

Oscilan entre sueños

Hasta que te veo

Me muevo

Salto y no me arrastro

Exclamo y proclamo

Nuevos días contigo

Continuamente fugaces

Inagotable fuente de fluidos

Casual tranquilidad

Y me refiero a tus ojos

Se ve anhelo

Pero quiero realidad

Que se mueva

Cambie de lugar

Para poder actuar

No ser yo esta vez

Ser miles

Y extenderme hasta ti

Estallar en más pedazos

Romper con la seguridad

Sentirme dentro de ti

Rescatar tu cara

Del vuelo fugaz de las aves migratorias

Tan frágil como el olvido

Tengo miedo de no estar contigo.

lunes, 16 de junio de 2008

sefgdf

miércoles, 19 de marzo de 2008

Dos y dos

Deja que a las yagas se las lleve el viento,
que, lentamente, se escurran
por las tímidas grietas que dejó el pasar,
el pasado y lo dormido.
Que la efímera noche se marche sin más:
sin reproches, sin llantos, sin temblores;
ni dudas, ni ninguno de los otros horrores
a los que nombran como nostalgia o pasión.
Deja que se vayan sin más,
que recorran paso a paso,
el eterno camino de la desidia
y se caigan, dramáticamente
y así se pierdan, caigan,
se pierdan,
caigan
se...

domingo, 17 de febrero de 2008

Ventanas naranjas mi recuerdo asesino.


Solo, finalmente
me retuerzo
blandiendo mi poder hiperconvulso
desangro mi alma.

Donde como defeco
donde amo
derramo la oleosa bilis,
medio interno amargo
como veneno de mis rotos espejos
agua bendita de mis santos infiernos.

sábado, 2 de febrero de 2008

Tuve la culpa de todo. Siempre fui yo.


Y el momento a llegado
es cuando dejo de lado
el orgullo y lo pasado.

Me duele, en circustancias similarmente
al capricho irrelevante que se le niega a un niño
y se le rompe el alma,
otras como la timida llaga creciente y maldita
que deja a su paso el comprender que perdí la vida.
Tomo con cuidado y parsimonia las memorias que me quedan,
y luego de infinitas muertes de relojes
con tic-tacs ensordecedoramente descuidados,
las engullo una a una, en la caravana de arcadas propia
de tan oleosos, magullados, fríos y provocantes recuerdos.
Y los dos últimos,
como el clímax de la caravana que, tambaleante,
sube lentamente la colina que desconosco donde termina,
no concibo tragarlos, aún tras estos años de espectación,
de no ser juntos al unísono.
Exactamente cuando atraviesan la garganta como una espada,
cayendo raspantes hacia las miríadas negras de esferas oleosas
que palpitan perdidas en las profundas tinieblas de mi ser,
los recuerdo tal como eran en su esplendor
como prístinas estrellas blancas, zumbeantes, deliciosas.
Inconfundiblemente queridas.
Sé que cuando impere las encontraré,
el mismo esplendor centelleante estará siempre ahí,
donde hibernan atesorando el calor de la resurrección.

Confieso, archivo y manifiesto.

Debo decirles muchas cosas:
como que nunca terminé Rayuela,
que odio a Cervantes pero algo quise al Quijote,
que cada vez que leo a alguien trato de plagiarlo,
sonsonuda y descaradamente.
Que soy una absorbente esponja de modismos,
que poco realmente sé de amor y de aventura,
que menos sé de pasión y de locura,
que nunca me aprendí un aforismo.
¡Pero qué boca más enorme!
Digo tanto de lo que no sé, de lo que nunca supe;
de lo que quizás nunca sepa.
Y fingí tantas veces! Fingí caras,
fingí puertas, fingí frases,
fingí personas y volví a fingir más frases:
más de alguna vez fingí cariños.
Y es que entre tantos despertares se me escapan las ideas.

Nunca aprendí a colarme los sesos,
a barajarme las ideas. Nunca aprendí a dar el agua,
y con algo de suerte dar refresco a luces apagadas.
Y ese puto alguien, que le dijo te amo
en alguna cama.
¿Y quién?
Confieso que nunca aprendí a escribir,
que archivo las marchas nupciales.
Manifiesto que nunca pude hablar.